2010/01/17

Por un profundo Cambio Social

Pablo Martín Galiana Participante de la Plataforma Herria Abian
Cuando las personas de izquierdas y abertzales nos reunimos para redefinir el modelo social volcando en ello todo nuestro esfuerzo es, básicamente, porque el modelo social existente satisface ni las más mínimas necesidades de lo que Euskal Herria precisa. Trabajamos desde un sistema económico y social establecido que se encuentra muy alejado de la sociedad y cuya mayor carencia es sobre todo su falta de solidaridad: se basa en el individualismo, algo que margina y anula a grandes sectores de nuestra población.

Euskal Herria se ha caracterizado por su capacidad para lograr cambios en la sociedad que devengan en su propio desarrollo. Y para no llevarnos a engaño, desde el comienzo debemos reconocer que la referencia al "cambio social" que reclamamos respecto a la situación económica debe ir ligado, necesariamente, a un cambio político-social en el cual Euskal Herria, como nación, aglutine y controle todos los beneficios sociales que se dan en estructuras macroeconómicas financieras y comerciales y que, por causas ajenas a la voluntad de nuestro pueblo, socialmente quedan al margen.

Es muy importante comprender que hasta quienes no se sienten parte de Euskal Herria pero viven entre nosotros deben formar parte de este cambio social que debemos generar y, por tanto, deben ser partícipes en el mismo. El capitalismo imperante debe dar paso a otro sistema más equitativo e integrador.

La crisis es un acontecimiento que está afectando a un gran número de familias, bien directa o indirectamente. La sociedad, como conjunto de individuos que se relacionan entre sí y viven en comunidad, ha padecido este despropósito capitalista que ha ahondado en las diferencias no sólo económicas sino sociales y políticas. La crisis es también una cuestión de clases.

Debemos generar ilusión para el cambio social, político y económico que necesitamos. Ilusión por un cambio social aplicando leyes que primen una distribución de la riqueza de forma más equitativa como consecuencia del reparto del trabajo, algo que solo se podrá conseguir democratizando la economía; un cambio, por tanto, político y económico. En definitiva, si menos personas tienen más, todos tenemos menos.

Después del gran fiasco de la cumbre sobre el clima en Copenhague, se concluyó que todos los pasos que se deben dar, en lo que al 'cambio climático' se refiere, deben ir orientados hacia la democratización del ecosistema, respetando nuestra ama lurra como fuente de vida y no como un depósito para ser saqueado. Si no ponemos remedio, el sistema capitalista, ese gran depredador que no se arredra ante nada para alcanzar sus grandes objetivos marcados por la ingeniería financiera internacional, nos llevará hacia la eliminación total de la humanidad.

Ha quedado patente que existe un pacto entre patronal, banca y clase política para diseñar una serie de medidas cuyo objetivo a corto plazo es mantener, si no superar, el nivel de beneficio de esas mismas élites económicas derivando dinero público a manos privadas. Inyectando dinero directamente a la banca; las grandes constructoras a través de presupuestos dirigidos a financiar megainfraestructuras; la patronal a través de los ERE y la supresión de impuestos, como el de patrimonio… Y decimos derivando dinero cuando deberíamos decir, clara y rotundamente, ROBANDO, con mayúsculas. Mientras en un tiempo acumulaban y privatizaban beneficios hoy demandan socializar las pérdidas para que la crisis, su crisis, la paguemos el conjunto de la sociedad, nunca ellos.

Hace unos años un dirigente sindical de Euskal Herria realizaba la siguiente reflexión: "si no logramos tener autonomía financiera nunca tendremos autonomía sindical". Hoy nos suena a disco de vinilo, a película de color desvaído, a televisión en blanco y negro. Ahora tenemos que decir alto y claro que sin independencia financiera nunca lograremos la independencia. No conseguiremos la independencia si no salimos de forma ordenada del sistema. El cambio debe contar con las clases más desfavorecidas y para ello es imprescindible la independencia financiera que permita un cambio social.

Los movimientos de izquierda hemos solido caer con frecuencia en el territorialismo (la derecha se ha creído siempre dueña de todo, de lo local y de lo de global). Ahora se nos ataca precisamente por esto, se nos dice que nuestras ideas tienen un enfoque centrado en la división y que nos falta ‘homogeneidad’. Puede ser que ciertos sindicatos estén fuera de esta izquierda pero al fin y al cabo somos todos trabajadores, todos sufrimos la misma opresión le pongamos un nombre u otro. No caigamos en la trampa que nos tienden para que sucumbamos en nuestras propias rencillas. Tenemos una tarea común que afrontar para que la riqueza se reparta entre todos los que trabajan para conseguirla. Si nos entretenemos en nuestras diferencias nos aplastarán ‘los homogéneos’, sí, ésos que siempre están de acuerdo en que todos los recursos les pertenecen, que los trabajadores están a su servicio, que el poder está en deuda con ellos... la homogeneidad del pensamiento único.

De momento tratan de anestesiarnos con la falacia de que 'estamos saliendo de la crisis'. Algunos, la clase trabajadora, siempre está en crisis porque asiste a su saqueo permanente. Seguimos viendo cómo los de siempre se llevan el dinero mientras atónitos nos quedamos todos mirando. Sí, quizá murmuramos algo, nos quejamos con el compañero o incluso asistimos a alguna manifestación de nuestra propia debilidad, pero ya es hora de actuar, de acometer la verdadera salida que será aquella en la que seamos dueños de nuestro propio destino. Del económico también.

La precaria situación que vivimos los trabajadores en la actualidad es también una buena oportunidad de cambio. Las crisis son para afianzarse y crecer. Tenemos que empezar a construir el nuevo marco de relaciones laborales de Euskal Herria con una clase trabajadora que sea motor de la estructura económica, basada en el reparto del trabajo y por ende en el reparto de la riqueza. Tenemos que impulsar otro cambio fundamental, el de la estructura social para que los valores de solidaridad y justicia nos lleven a un nuevo modelo de sociedad.

Es momento, por tanto, de tomar iniciativas; es momento de acumular fuerzas; es momento de actuar. Es fundamental dar un paso adelante formando a la sociedad y haciéndola más crítica ante la realidad. No podemos dejar que nos adormezcan con números que tratan de ocultarnos esta realidad que sufrimos la clase trabajadora.
La formación será el principal medio para recuperar la conciencia de clase, el primer y fundamental paso para plantar cara al sistema. Únicamente si se consigue una clase trabajadora fuerte y concienciada seremos capaces de cambiar esta situación. A partir de ahí, podremos crear puntos en común donde nuestra acción confluya. En este sentido, dos pueden ser las bases sobre las que articular nuestro trabajo, la primera: la necesidad de cambio, la necesidad de decir no al sistema capitalista y de crear uno nuevo. La segunda: la necesidad de crear los instrumentos necesarios, hoy inexistentes, para que este país puede llevar ese cambio a la práctica.

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